
Entonces en nuestro vocabulario eran corrientes acepciones del tipo balate, romana, arroba, cuartilla, saco, hilo de pita, terrones, acequia, torna, aparejo, serón, banco de herrar, burro, mulo, caballo, finquilla, merga, carrizo, junco, cortijo, capuana, penca, jamacuco, pipote, candelecho, taberna, caliche, escicha, cardo borriquero, chumbo, azulete, ocre, cal, blanqueo, tahona, “granao”, puchero, pipirrana, migas, hinojos, etc.
Recuerdo que nuestro padre organizaba pequeñas cuadrillas de peones para la recogida de la naranja y el membrillo y cuadrillas de mujeres para las habas. La vega de Órgiva era un ser vivo inmerso en la eterna canción del agua, en el trino de los pajarillos, en el rugido constante del río. Las amapolas salpicaban los trigales. Los naranjos crecían al amparo de los olivos…el tiempo era otro y el viento en los maizales nos recordaba que muy pronto llegaría el verano.
No sé cuando ni por qué nos sobrevino el abandono. Paulatinamente se fueron abandonando los campos. El casco urbano siguió creciendo y la vega fue asfaltada o simplemente dejaron perder la labor. La gente se hacía mayor, las nuevas generaciones poco o nada quisimos saber de la agricultura y los achaques de la edad o la ferocidad de la especulación llevaron a la venta de las tierras para adquirir pisos, muchas veces, con vistas a ninguna parte.
De ahí que os cuente esta historia y que estime necesario este preámbulo para dar paso a la declaración de principios que han impulsado este pequeño reto que es el proyecto D lirio.
Tras un periodo de decadencia, el turismo hizo florecer de nuevo el nombre de La Alpujarra pero curiosamente en nuestro pueblo no floreció ninguna industria que hundiera sus raíces en el comercio de los productos autóctonos y las escasas alternativas que fueron, terminaron desvaneciéndose. De ahí el proyecto D lirio para rescatar esos campos perdidos, aprovechar y transformar sus recursos, terminando con esa actitud equivocada que nos lleva a despreciar los frutos de nuestra propia tierra.
No es una iniciativa netamente empresarial, ni estrictamente gastronómica… Lo que pretendemos es poner de manifiesto la riqueza natural de la que es cabeza de partido judicial y en consecuencia La Ciudad más importante de todas Las Alpujarras. Recordar a los olvidadizos y enseñar a las nuevas generaciones que la tradición y la modernidad no solo pueden coexistir sino que deben hacerlo. Y que la verdadera cultura se fomenta desde el conocimiento de las costumbres, el respeto a aquellas tradiciones que hacen de la dignidad de los hombres su estandarte y desde el amor hacia la tierra que nos vio crecer. Intentamos en definitiva, aportar un granito de arena para fundar otra vez la esperanza ha tanto perdida. Todo ello ¡claro está!,lejos del caciquismo recalcitrante que durante largo tiempo campó a sus anchas por nuestra geografía. Donde la vida se doblega...¡nunca!
En lo que al nombre D lirio respecta, os diré que apoda a una familia de orgiveños de pura cepa… ¡La Nuestra! pero eso ya, es otra historia…
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